viernes, 9 de septiembre de 2011


Cadena trófica

La desaparición de un ser vivo repercute en el resto de seres relacionados con él
  • 23 de enero de 2006
Los seres vivos están relacionados por la alimentación y dependen unos de otros para sobrevivir, por lo que si alguno de ellos desaparece o se reduce en su número afecta al resto de seres vivos relacionados con él. Este concepto es lo que se conoce como cadena trófica o cadena alimenticia. En la naturaleza hay una serie de cadenas alimenticias por las que circulan la energía y materiales, y en las que normalmente existen muchas interconexiones.
Siguiendo el símil de la cadena, cada nivel representa un eslabón. El primer eslabón se inicia con los denominados productores, los vegetales, que sintetizan sustancias orgánicas a partir de sustancias inorgánicas que toman del aire y del suelo, y con energía solar por medio de la fotosíntesis. El siguiente eslabón lo constituyen los consumidores, que se alimentan del productor. En este nivel, además, existen los consumidores primarios, que sirven a su vez de alimento a otros seres, denominados consumidores secundarios, y así sucesivamente. Por ejemplo, son consumidores primarios los herbívoros, mientras que son secundarios, terciarios, etc., los carnívoros. En el último nivel de la cadena alimenticia se encuentran los descomponedores, que actúan sobre los organismos muertos, degradan la materia orgánica y la transforman nuevamente en materia inorgánica devolviéndola al suelo y a la atmósfera. Los animales carroñeros no se consideran descomponedores, ya que aprovechan los restos de animales muertos. En una cadena trófica cada eslabón obtiene la energía necesaria del nivel inmediatamente anterior,
En una cadena trófica cada eslabón obtiene la energía necesaria del nivel inmediatamente anterior
mientras que el productor la obtiene del Sol, de manera que la energía fluye a través de la cadena. Rara vez existen más de cuatro o cinco niveles, puesto que la energía que fluye a través de los niveles tróficos se pierde en forma de calor, y porque no todos los organismos de los niveles inferiores son comidos ni todo lo que es comido es digerido. Así, para conocer las conexiones de una cadena es necesario seguir su curso hacia atrás hasta llegar a la fuente.
No obstante, la naturaleza es más complicada que un esquema representado por una simple cadena. En la mayoría de los casos, los seres vivos diversifican su alimentación ya que al hacerlo incrementan sus posibilidades de supervivencia. Por ejemplo, los halcones no limitan sus dietas a culebras, las culebras comen otras cosas aparte de ratones, los ratones comen hierba además de saltamontes, etc. Una representación más cercana a la realidad se llama red alimenticia, que consiste en cadenas alimenticias interrelacionadas.
La desaparición de los seres vivos que constituyen un eslabón de la cadena conlleva graves consecuencias para el resto de seres que conviven en ese ecosistema: Los seres vivos que se encuentran en los siguientes niveles también desaparecerán, al quedarse sin alimento; se producirá una superpoblación del nivel inmediatamente anterior, pues ya no existe su predador y en consecuencia de lo dicho anteriormente se desequilibrarán los niveles más bajos. Por ejemplo, cuando se ha perseguido y diezmado a lobos o coyotes por considerarlos una plaga para el ganado, el número de roedores, que eran parte de su alimentación, crecía espectacularmente, lo que conducía a que éstos hicieran finalmente estragos en los cultivos. Asimismo, los seres humanos, al manipular la naturaleza en su beneficio, alteran el equilibrio en las cadenas tróficas. Por ejemplo, la agricultura supone la creación de un ecosistema muy reducido más propenso para enfermedades y plagas.

Biomagnificación

La magnificación biológica o biomagnificación es la tendencia de las sustancias contaminantes a concentrarse en niveles tróficos sucesivos
Es la tendencia de las sustancias contaminantes a concentrarse en niveles tróficos sucesivos
La biomagnificación sucede cuando un producto contaminante que se asemeja químicamente a nutrientes inorgánicos esenciales es incorporado y almacenado en el organismo del ser vivo que se encuentra en la base de la cadena alimenticia. Posteriormente, la sustancia contaminante pasa en grandes cantidades al organismo del siguiente ser de la cadena, puesto que, como se pierde energía al pasar de un nivel a otro, se necesita consumir cada vez más cantidad de alimento. Así, la sustancia contaminante va magnificándose de un nivel a otro. Por lo tanto, el ser humano, como gran productor de sustancias contaminantes, corre el riesgo de absorber finalmente dichas sustancias magnificadas, al encontrarse arriba en la cadena alimenticia. La sustancia contaminante, para que acabe finalmente biomagnificada, debe tener una larga vida, debe ser concentrada por los productores y debe ser soluble en grasa para que acabe finalmente almacenada en el organismo.
Un ejemplo de biomagnificación con nefastas consecuencias para el ser humano fue el DDT. Este pesticida se utilizó para eliminar insectos que transmitían enfermedades para los seres humanos, lo que permitió la mejora de la salud en muchos países. Sin embargo, el DDT acabó incorporándose al organismo de muchos animales en los que provocó graves efectos. Por ello, el DDT fue finalmente prohibido.

Bioacumulación

Las sustancias químicas tóxicas presentes en el ambiente acaban acumuladas en los seres vivos
  • Por ALEX FERNÁNDEZ MUERZA
  •  
  • 3 de febrero de 2006
Los productos químicos dispersos en el medio ambiente acaban siendo almacenados en el tejido graso de los organismos vivos. La bioacumulación se produce cuando estos productos son trasmitidos a lo largo de la cadena alimenticia, por lo que acaban siendo acumulados, llegando a producirse concentraciones miles de veces superiores a la cantidad inicial que se encontraba en el ambiente. Por ello, el ser humano, que se alimenta de otros seres que se encuentran por debajo suyo en la cadena alimenticia y que han acumulado en sus organismos estas sustancias, absorbe grandes concentraciones de productos que tardan años en disolverse y que pueden conllevar graves riesgos para la salud.
Desde hace más de medio siglo, el ser humano viene produciendo toda una serie de productos químicos para multitud de aplicaciones, hasta llegar a convertirse en muchos casos en productos imprescindibles para la vida cotidiana. Desgraciadamente, algunas de estas sustancias tienen efectos contraproducentes para el medio ambiente y la salud. Un claro ejemplo de ello son los pesticidas, conocidos también como plaguicidas, insecticidas o biocidas, unas sustancias que han reportado enormes beneficios a la agricultura o en la lucha contra enfermedades transmitidas por insectos, como el paludismo, la fiebre amarilla o el dengue. El desarrollo de la industria química ha permitido el desarrollo de pesticidas con un alto grado de eficiencia y a precios asequibles, de manera que son utilizados en todo el mundo. De hecho, se han encontrado importantes cantidades de insecticida en la grasa de animales como el oso polar o el pingüino, los cuales habitan en lugares tan distantes y extremos como el Ártico y la Antártida, respectivamente.
En este sentido, todos los ciudadanos están expuestos a un gran número de sustancias químicas, de las que sólo un 2% han sido evaluadas científicamente de una manera rigurosa. Se calcula que cada día las personas ingieren unos 2.000 miligramos de sustancias químicas tóxicas.
Se calcula que cada día las personas ingieren unos 2.000 miligramos de sustancias químicas tóxicas
las cuales en cantidades superiores serían letales, produciendo gran variedad de enfermedades y malformaciones. Además de los alimentos, las sustancias tóxicas se encuentran en cualquier lugar, incluidas las viviendas o los lugares de trabajo.
Asimismo, otras sustancias, como metales pesados ohidrocarburos acaban también siendo acumulados por los organismos acuáticos. Por ello, pueden encontrarse concentraciones muy altas de estos elementos químicos en los seres vivos marinos, a pesar de que dichas sustancias se hallen muy diluidas en el agua o acaben desapareciendo. Así, las mareas negras dejan secuelas que pueden llegar a durar años. En el caso del "Prestige", un informe de la organización ecologista WWF/Adena indica que existen altas posibilidades de bioacumulación por el hidrocarburo derramado.
Por otra parte, el ser humano no es el único que crea productos químicos tóxicos. Las plantas que se ingieren habitualmente producen toda una serie de toxinas de manera natural como método de defensa contra hongos, insectos y otros animales. En definitiva, casi todos los productos químicos que se consumen son de origen natural, de los que sólo una pequeña porción ha sido convenientemente analizada. Sin embargo, los posibles riesgos que estos pesticidas naturales pueden tener se compensan por los grandes beneficios que tiene una alimentación rica en frutas y verduras.

Control de los productos químicos

En 1962 Rachel Carson publicaba "La primavera silenciosa", un libro que para algunos autores marcó el comienzo del movimiento ecologista moderno. La obra denunciaba la contaminación química generalizada que la naturaleza y los seres humanos como parte de ella vienen sufriendo, y ya alertaba en aquel entonces de la escasa o nula investigación que se realiza sobre los productos químicos, algo que puede traer consecuencias indeseables para las generaciones futuras.
En la actualidad el control de la industria química es uno de los aspectos más delicados para las instituciones, que tienen que buscar el equilibrio entre las ventajas y los inconvenientes que estos productos tienen en la salud y el medio ambiente. En 2003, la Comisión Europea propuso el denominado sistema REACH , acrónimo en inglés de Registro, Evaluación y Autorización de Sustancias Químicas, cuya aprobación está prevista para este año 2006, y del que se espera que permita un mayor control de los productos químicos, aunque la industria del sector ha tratado de limitar su efecto.

LOS COMPUESTOS TOXICOS PERSISTENTES


Contaminantes orgánicos persistentes

Productos químicos con graves consecuencias medioambientales y sanitarias que pueden ser sustituidos en la mayoría de los casos
  • Por ALEX FERNÁNDEZ MUERZA
  •  
  • 5 de enero de 2007
- Imagen: Wikipedia -
Los Contaminantes Orgánicos Persistentes (COPs), conocidos internacionalmente por sus siglas en inglés, POPs (Persistent Organic Pollutants) son sustancias químicas especialmente perjudiciales para el medio ambiente y la salud humana. En la naturaleza producen los fenómenos de bioacumulación ybiomagnificación, provocando sus peores consecuencias en las especies superiores de la cadena trófica, como los seres humanos.
Los COPs se acumulan en los tejidos grasos y permanecen en el medio ambiente durante mucho tiempo. De esta forma, pueden provocar efectos nocivos en los ecosistemas y en los seres vivos, como cáncer, interferencia en la capacidad reproductiva de muchas especies, disminución en el desarrollo intelectual de niños, debilitamiento del sistema inmunológico, etc.
Gracias a su resistencia, acaban siendo diseminados por todo el planeta, incluso donde nunca han sido empleados, especialmente en las regiones más frías de la Tierra. Por ello, los expertos apuntan a soluciones globales que involucren a todos los países posibles.
Los sustitutos de los COPs son obstaculizados por su elevado coste, la insuficiente concienciación pública o la falta de la adecuada infraestructura o tecnología
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP en sus siglas inglesas) reconoce que "hay sustitutos para la mayoría de los COPs, pero su uso se ve obstaculizado por su elevado coste, la insuficiente concienciación pública o la falta de la adecuada infraestructura o tecnología".
Diversas organizaciones consideran insuficientes las medidas adoptadas hasta ahora, como los más de 6.000 millones de euros que se estima han sido destinados a su control. Por ejemplo, muchos países en desarrollo siguen utilizando DDT para acabar con los mosquitos que transmiten la malaria.
Por ello, en la segunda Conferencia de las Partes (CdP-2) de la Convención de Estocolmo, celebrada a principios de mayo de 2006 en Ginebra, Suiza, los países con menos recursos solicitaban el incremento de la ayuda financiera para eliminar estas sustancias, algunas de ellas muy comunes en estos países, como el DDT o las dioxinas.
En este sentido, el Convenio de Estocolmo es una de las medidas más destacadas de la comunidad internacional. En vigor desde el 17 de mayo de 2004, fue firmado el 23 de mayo de 2001 por más de 120 países, entre ellos los Estados miembros de la Unión Europea (UE). La Convención de Estocolmo pide medidas internacionales sobre la que denomina "docena sucia", 12 COPs agrupados en tres categorías:
  • Pesticidas: Aldrina, clordano, DDT, dieldrina, endrina, heptacloro, mirex, y toxafeno
  • Productos químicos industriales: Hexaclorobenceno (HCB) y bifenilos ploriclorados (PCB)
  • COPs producidos de forma no intencional: Dioxinas y furanos
Los gobiernos firmantes se comprometían de esta forma a promover las mejores técnicas disponibles y las mejores prácticas ambientales para identificar, reemplazar y prevenir tanto los COPs existentes como los que pudieran desarrollarse en un futuro. En el caso de las dos primeras categorías, el convenio se marcaba la prohibición de los mismos. Sin embargo, para los COPs no intencionales, subproductos de determinados procesos energéticos e industriales, se proponía su máxima reducción posible.
El uso de los COPs comenzaba en 1945 con la producción a gran escala del DDT como plaguicida, para controlar los insectos causantes de enfermedades o desastres en las cosechas. El DDT (dicloro-difenil-tricloroetano) es un compuesto orgánico descubierto en 1874, aunque no fue hasta 1939 cuando el químico suizo Paul Hermann Müller encontraba sus propiedades insecticidas, lo que le sirvió para ganar el Nobel de Medicina y Fisiología en 1948.
Sin embargo, la bióloga y divulgadora Rachel Carson exponía en su famoso libro Primavera Silenciosa, de 1962, todos los peligros ecológicos y sanitarios derivados del DDT. A raíz de ello, la Agencia de Protección Medioambiental estadounidense (EPA) prohibía este producto químico en 1972.

Los COPs en España

Según el manifiesto "Científicos por la Eliminación de los Contaminantes Tóxicos", en España no se han tomado las medidas necesarias para identificar las fuentes de COPs y los mecanismos para garantizar su eliminación. Por ello, sus autores, un grupo de investigadores y profesionales de diferentes campos de la ciencia, la salud, la educación y el medio ambiente, reclaman mayores controles y medidas.
Asimismo, el manifiesto recuerda que además de la "docena sucia" del Convenio de Estocolmo, hay muchos más compuestos que deberían ser igualmente sustituidos progresivamente, y habla por ello de Contaminantes Tóxicos Persistentes (CTPs), un grupo más amplio que el de los COPs.
Por su parte, algunos grupos de investigación se centran en estas sustancias, especialmente en los COPs de producción no intencional o los nuevos contaminantes. Tal es el caso por ejemplo del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT), a través de su Grupo de Compuestos Orgánicos Persistentes.